venerdì 3 febbraio 2012

Yo no me fui y me dijeron vete.

Risas, coches y música de las tascas madrileñas. Eso es lo que había oído desde su niñez ,y no quería cambiarlo por nada. Se ajustó la corbata y se puso bien el sombrero, junto con las gafas de sol de un color amarillo desgastado. Caminó, escuchando los villancicos de algunas tiendas y saludando con una sonrisa a mujeres conocidas, a hombres con un apretón de manos. Una bienvenida.
- Buenas tardes, señor.
Cogió una rosa roja y le extendió un billete que quitó de su vieja cartera de piel. Salió y miró el reloj. 31 de diciembre, ocho de la tarde. Le pesaban las piernas, pero ahora no quería pararse a descansar y perder el tiempo. Silbó la canción de su último baile con ella, y bajó hasta el metro. Miradas y risas de jovencitas que hacían comentarios tal:
-¿Y a quién se la va a dar?
Se sentó como pudo agarrándose. Odiaba esos aparatos que se movían tan rápido. Un día se atrancarían y a ver como los sacarían de ahí, dentro de la tierra. Pero no podía pedirle más a su cuerpo, los años habían hecho mella en el. Se echó hacia atrás un mechón de pelo blanco tal nieve, y miró con sus ojos azul cielo tristemente el asiento vacío que había a su lado. Ya no podía oírla quejándose de que no había nada como un paseo. Suspiró largamente y se bajó en su parada correspondiente.
Sonrió, hacía mucho tiempo que no la veía. Colocó mejor la chaqueta y caminó hasta la tumba. Era demasiado joven, fue injusto. Dejó con cuidado la rosa roja en el centro de la tumba. Miró el reloj. Once y cincuenta y nueve minutos. Acarició la mejilla de la estatua hecha exclusivamente para ella, a su imagen y semejanza. Se quitó las gafas y el sombrero acercándose, dándole un beso con los ojos cerrados.
-Feliz año nuevo, querida.
                                                   "Aún podemos ser libres dentro de una canción"...

sabato 18 dicembre 2010

No intentes atraparme, he aprendido a volar.

¿Dónde estoy ahora? Me perdí entre sentimientos y flujos de lágrimas. No tengas pena de mí, supongo que me lo merezco. Pero yo nunca te hice llorar. Nunca te hice lo que tú me hiciste a mi. Tranquilo, no tendré rencor de tí, me lo guarde con el odio contra el mundo. No lloraré más, se que todas esas canciones que escribas no serán para mí. Sé que tirarás el cigarro contra el escenario de rabia, con una sonrisa irónica. Ironía. La creaste tú , ¿Verdad? Siempre reías cuando algo te parecía o observabas algo estúpido. La pena, es que yo no me reía cuando te miraba a tí.